TRADUCTOR

jueves, 2 de septiembre de 2010

EL VASCO QUE HUMILLÓ A LOS INGLESES



Hace doce años, cuando escribía La carta esférica, tuve en las manos una medalla conmemorativa, acuñada en el siglo XVIII, donde Inglaterra se atribuía una victoria que nunca ocurrió. Como lector de libros de Historia estaba acostumbrado a que los ingleses oculten sus derrotas ante los españoles -como la del vicealmirante Mathews en aguas de Tolón o la de Nelson cuando perdió el brazo en Tenerife-, pero no a que, además, se inventen victorias. Aquella pieza llevaba la inscripción, en inglés: El orgullo de España humillado por el almirante Vernon; y en el reverso: Auténtico héroe británico, tomó Cartagena -Cartagena de Indias, en la actual Colombia- en abril de 1741. En la medalla había grabadas dos figuras. Una, erguida y victoriosa, era la del almirante Vernon. La otra, arrodillada e implorante, se identificaba como Don Blass y aludía al almirante español Blas de Lezo: un marino vasco de Pasajes encargado de la defensa de la ciudad. La escena contenía dos inexactitudes. Una era que Vernon no sólo no tomó Cartagena, sino que se retiró de allí tras recibir las suyas y las del pulpo. La otra consistía en que Blas de Lezo nunca habría podido postrarse, tender la mano implorante ni mirar desde abajo de esa manera, pues su pata de palo tenía poco juego de rodilla: había perdido una pierna a los 17 años en el combate naval de Vélez Málaga, un ojo tres años después en Tolón, y el brazo derecho en otro de los muchos combates navales que libró a lo largo de su vida. Aunque la mayor inexactitud de la medalla fue representarlo humillado, pues Don Blass no lo hizo nunca ante nadie. Sus compañeros de la Real Armada lo llamaban Medio hombre, por lo que quedaba de él; pero los cojones siempre los tuvo intactos y en su sitio. Como los del caballo de Espartero.


La vida de ese pasaitarra -mucho me sorprendería que figure en los libros escolares vascos, aunque todo puede ser- parece una novela de aventuras: combates navales, naufragios, abordajes, desembarcos. Luchó contra los holandeses, contra los ingleses, contra los piratas del Caribe y contra los berberiscos. En cierta ocasión, cercado por los angloholandeses, tuvo que incendiar varios de sus propios barcos para abrirse paso a través del fuego, a cañonazos. En sólo dos años, siendo capitán de fragata, hizo once presas de barcos de guerra enemigos, todos mayores de veinte cañones, entre ellos el navío inglés Stanhope. En los mares americanos capturó otros seis barcos de guerra, mercantes aparte. También rescató de Génova un botín secuestrado de dos millones de pesos, y participó en la toma de Orán y en el posterior socorro de la ciudad. Después de ésas y otras muchas empresas, nombrado comandante general del apostadero naval de Cartagena de Indias, a los 54 años, y tras rechazar dos anteriores tentativas inglesas contra la ciudad, hizo frente a la fuerza de desembarco del almirante Vernon: 36 navíos de línea, 12 fragatas y varios brulotes y bombardas, 100 barcos de transporte y 39.000 hombres. Que se dice pronto.

He visto dos retratos de Edward Vernon, y en ambos -uno, pintado por Gainsborough- tiene aspecto de inglés relamido, arrogante y chulito. Con esa vitola y esa cara, uno se explica que vendiera la piel antes de cazar el oso, haciendo acuñar por anticipado las medallas conmemorativas de la hazaña que estaba dispuesto a realizar. Pese a que a esas alturas de las guerras con España todos los marinos súbditos de Su Graciosa sabían cómo las gastaba Don Blass, el cantamañanas del almirante inglés dio la victoria por segura. Sabía que tras los muros de Cartagena, descuidados y medio en ruinas, sólo había un millar de soldados españoles, 300 milicianos, dos compañías de negros libres y 600 auxiliares indios armados con arcos y flechas. Así que bombardeó, desembarcó y se puso a la faena. Pero Medio hombre, fiel a lo que era, se defendió palmo a palmo, fuerte a fuerte, trinchera a trinchera, y los navíos bajo su mando se batieron como fieras protegiendo la entrada del puerto. Vendiendo carísimo el pellejo, bajo las bombas, volando los fuertes que debían abandonar y hundiendo barcos para obstruir cada paso, los españoles fueron replegándose hasta el recinto de la ciudad, donde resistieron todos los asaltos, con Blas de Lezo personándose a cada instante en un lugar y en otro, firme como una roca. Y al fin, tras arrojar 6.000 bombas y 18.000 balas de cañón sobre Cartagena y perder seis navíos y nueve mil hombres, incapaces de quebrar la resistencia, los ingleses se retiraron con el rabo entre las piernas, y el amigo Vernon se metió las medallas acuñadas en el ojete.

Blas de Lezo murió pocos meses después, a resultas de los muchos sufrimientos y las heridas del asedio, y el rey lo hizo marqués a título póstumo. Creo haberles dicho que era vasco. De Pasajes, hoy Pasaia. A tiro de piedra de San Sebastián. O sea, Donosti. Pues eso. A.Pérez-Reverte
http://www.perezreverte.com/
http://es.wikipedia.org/wiki/Blas_de_Lezo_y_Olavarrieta


 

martes, 31 de agosto de 2010

NUESTROS MUERTOS EN AFGANISTÁN

Ante la muerte de tres españoles en Afganistán exponemos:

1.

Nuestra condolencia ante familiares y amigos, y nuestro respeto por quienes han cumplido, hasta las últimas consecuencias, con sus compromisos.
2.

Que tanto el Ministro del Interior Pérez Rubalcaba, como buena parte de la prensa, “olvidan” que estas muertes se suman no sólo al cerca del centenar de españoles y a los miles de soldados de la ISAF caídos en la Guerra de Afganistán, sino a los miles de resistentes afganos muertos por esas mismas tropas de ocupación y, sobre todo, a las miles de víctimas que esos ocupantes han provocado entre la población civil afgana
3.
Que pese a las manifestaciones de Pérez Rubalcaba acusando, a la resistencia afgana que lucha contra el invasor, de ser los únicos responsables de estas muertes, para “M 20″ y para todos los españoles con sentido común, el principal responsable de la muerte de los soldados españoles en la Guerra de Afganistán es el actual gobierno, con Rodríguez Zapatero a la cabeza, en su afán servil y mercenario de complacer intereses, cuanto menos, extraños a nuestra Nación, cuando no definitivamente contrarios a ella.
4.
Que los cómplices de estas muertes son la clase política presente en las instituciones, sin olvidar al Monarca Juan Carlos I, que es Capitán General de los ejércitos.

5.
Denunciamos, asimismo, la hipocresía de tanto pacifista a sueldo de un poder, que se opuso a la guerra imperialista contra Iraq pero guarda, ahora, un silencio cómplice ante lo que sucede en Afganistán: una guerra de ocupación y de resistencia ante al invasor.

Por todo ello pedimos el regreso inmediato a nuestra tierra de todos los soldados españoles presentes en distintas misiones de ocupación en el extranjero, incluidas las misiones llamadas humanitarias, que esconden una situación de colaboración con las políticas de Estados Unidos para someter naciones (como Haití) o fragmentar estados (como Serbia). Los soldados españoles sólo se justifican para atender los intereses reales de la Nación española o contener agresiones hacia otros pueblos allí donde éstos los soliciten, y no para ser instrumentos de una clase política servil a los intereses de la hegemonía de Estados Unidos y del conglomerado oligárquico que dirige y se beneficia de esta hegemonía a costa de la vida y soberanía de otras naciones.
http://paginatransversal.wordpress.com/

lunes, 30 de agosto de 2010

DINERO X AMISTAD

El reciente apaleamiento a once activistas españoles por la policía de Marruecos y los conflictos en la ciudad de Melilla, acosada por activistas marroquíes, demuestran que el dinero español fluye con menos generosidad y que, sin dinero, Marruecos vuelve a ser un molesto vecino, casi un "enemigo" claro de España.

La última agresión de Marruecos tuvo forma de represión policial y la padecieron once activistas que cuando se manifestaban el pasado sábado en la capital del antiguo Sahara Español por los derechos de los saharauis, fueron brutalmente apaleados y hasta obligados a besar la bandera marroquí por la totalitaria policía del sultán.
La reacción del gobierno español ha sido, una vez más, de cobardía y sumisión ante los marroquíes. En su primera reacción oficial, los socialistas de Zapatero vienen a decir que los activistas merecieron el trato sufrido porque carecían de permiso para manifestarse.
"La diplomacia española con Marruecos ha consistido en repartir dinero al reino alauita. Cuando se acabe el dinero español, volverán los conflictos". Me lo dice un español bien introducido en Marruecos y bien conectado con la Comisión Averroes, una especie de comité, auspiciado por los dos monarcas,.que cuida las relaciones hispano-marroquíes.
Explica mi interlocutor que España, desde la llegada de Zapatero al poder, ha destinado grandes sumas de dinero a Marruecos. El destino de ese dinero es difícil de controlar pero una parte importante ha servido pagar becas a hijos de magnates marroquíes, a financiar residencias a moros ilustres, a subvencionar proyectos próximos al sultán y a facilitar todo tipo de privilegios y negocios a la élite gobernante en Marruecos.
"Esa lluvia de dinero ha sido la base de las buenas relaciones mutuas. Cuando el dinero español se acabe, los conflictos volverán con toda su crudeza". vaticina.
En la actualidad, el gobierno español, acuciado por la crisis económica, ha tenido que reducir su despilfarro, lo que, probablemente, está afectando también el flujo de dinero hacia Marruecos.
Gran parte del dinero que lubrica el poder marroquí procede de la droga, concretamente del hachís, que es, probablemente, la primera fuente de riqueza de Marruecos. Los carteles marroquies de la droga necesitan a España como plataforma de introducción y distribución de su droga en Europa, razón ésta que también influye en el actual mal momento de las relaciones bilaterales. F.Rubiales & Co.



 

http://www.votoenblanco.com/Si-se-acaba-el-dinero-espanol-se-acaba-tambien-la-amistad-con-Marruecos_a3787.html