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viernes, 7 de diciembre de 2012

LA NOBLEZA DE UN PUEBLO






      UNA POESÍA CON CATEGORÍA DE HIMNO.LA NOBLEZA DE UN PUEBLO, SU RAZA METAFÍSICA Y LAS REVOLUCIONES PENDIENTES.
       


      VIENTOS DEL PUEBLO ME LLEVAN

      Vientos del pueblo me llevan,
      vientos del pueblo me arrastran,
      me esparcen el corazón
      y me aventan la garganta.

      Los bueyes doblan la frente,
      impotentemente mansa,
      delante de los castigos:
      los leones la levantan
      y al mismo tiempo castigan
      con su clamorosa zarpa.

      No soy de un pueblo de bueyes,
      que soy de un pueblo que embargan
      yacimientos de leones,
      desfiladeros de águilas
      y cordilleras de toros
      con el orgullo en el asta.
      Nunca medraron los bueyes
      en los páramos de España.
      ¿Quién habló de echar un yugo
      sobre el cuello de esta raza?
      ¿Quién ha puesto al huracán
      jamás ni yugos ni trabas,
      ni quién al rayo detuvo
      prisionero en una jaula?

      Asturianos de braveza,
      vascos de piedra blindada,
      valencianos de alegría
      y castellanos de alma,
      labrados como la tierra
      y airosos como las alas;
      andaluces de relámpagos,
      nacidos entre guitarras
      y forjados en los yunques
      torrenciales de las lágrimas;
      extremeños de centeno,
      gallegos de lluvia y calma,
      catalanes de firmeza,
      aragoneses de casta,
      murcianos de dinamita
      frutalmente propagada,
      leoneses, navarros, dueños
      del hambre, el sudor y el hacha,
      reyes de la minería,
      señores de la labranza,
      hombres que entre las raíces,
      como raíces gallardas,
      vais de la vida a la muerte,
      vais de la nada a la nada:
      yugos os quieren poner
      gentes de la hierba mala,
      yugos que habéis de dejar
      rotos sobre sus espaldas.
      Crepúsculo de los bueyes
      está despuntando el alba.

      Los bueyes mueren vestidos
      de humildad y olor de cuadra:
      las águilas, los leones
      y los toros de arrogancia,
      y detrás de ellos, el cielo
      ni se enturbia ni se acaba.
      La agonía de los bueyes
      tiene pequeña la cara,
      la del animal varón
      toda la creación agranda.

      Si me muero, que me muera
      con la cabeza muy alta.
      Muerto y veinte veces muerto,
      la boca contra la grama,
      tendré apretados los dientes
      y decidida la barba.

      Cantando espero a la muerte,
      que hay ruiseñores que cantan
      encima de los fusiles
      y en medio de las batallas.
                                                            Miguel Hernández
    LEER+
    http://mhernandez.narod.ru/viento.htm

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