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jueves, 7 de marzo de 2013

UN REBELDE CON CAUSA




 Dionisio Ridruejo. La forja de un Demócrata

UMBRAL DE LA MADUREZ
        
Pero ahora recuerda, solamente recuerda.
Sea tu compasión sin llanto y sin reproche,
y sea, sobre todo, sin magisterio vano.
No clames tu experiencia.
Es tiempo de silencio y destreza piadosa.
Sobre todo no quieras escarmentar ahora
al que viene detrás y va por su camino.

¡Oh!, no enseñes al joven;
no le digas mostrando tu pequeña impotencia:
«Mirad, jóvenes, ésta, la verdad de la vida.»
Que no sepan por ti... Pero no sabrán nada;
sus ojos no te ven, sus oídos no escuchan.
Míralos como llegan aureolados, puros:
aquel que se dispone como tú en otro tiempo
a vestir castamente la armadura,
y aquel que viene envuelto
en un manto de nieblas melancólicas, chispeando sus ojos,
y aquel que se ha vestido las mallas delicadas del placer sin cautela.
Ellos sabrán por sí y a costa de su sangre.
Que transiten sin huella su pavimento de diamante virgen,
que impongan el esquife de oro a las ondas bravías,
que no emplome sus alas la prudencia ni el desengaño.
No ahorres dolor al que aún es omnipotente.
Tú sigue tu camino, construyendo,
hora a hora, brote a brote, grano a grano, alma a alma,
el penoso edificio de tus realidades.
Cree, espera y recuerda,
recuerda solamente, porque el recuerdo es claro,
y como piedra oculta va haciéndote en un ser indestructible.
Y si has de llorar vertiendo las cenizas de tu sangre
sobre las cenizas del empeño maltrecho y remoto
busca la soledad y ríndete en silencio.
Clama a tu corazón de rodillas: ¡Dios mío!
                       

                                                                     Dionisio Ridruejo

                                                                        


                                                                               

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